Un vino, un poco de conversación, y nuestra invitada se atrevió a dar el primer paso.
Tu te dejaste hacer, te abandonaste a ese primer beso y esas primeras
caricias de la noche, mientras yo observaba absorto y excitado.
Poco a poco desnudásteis vuestros pechos, sentiste sus labios en tus pezones y te lanzaste a probar los suyos.
Y si no me hubieras dicho “ven, te necesito conmigo”, me hubiese
desnudado a vuestro ritmo, erecto, acariciándome, espectador, sin
interrumpir una visión que para mí era perfecta.
Hermosas palabras con una imagen a juego.
ResponderEliminarUn abrazo