Noche de bailar despacio, sintiendo cada centímetro, disfrutando de cada movimiento, controlando, besando, jadeando, follándonos el cuerpo y el alma con tiempo, alargando esa sensación de ser uno en el delirio del placer, acelerando poco a poco, a nuestro ritmo, mezclando nuestra saliva y sudor, avanzando poco a poco hacia esa furia desbocada por el deseo, la posesión y la entrega que desemboca en nuestros gemidos no disimulados, nuestros fluidos desatados y nuestros cuerpos temblorosos y abrazados.