Ella termina de secarse con la toalla, se pone su vestido de playa, y disimuladamente se quita el bikini húmedo dejando que el tejido acaricie su piel.
El recoge la sonbrilla, dobla las toallas, y tomándola de la mano, se dirigen hacia el coche.
Ella se recuesta en el asiento derecho, abre su ventana, y, conforme aceleran, siente la brisa tibia de la tarde en su cara.
El acerca su mano derecha al muslo semidesnudo de ella, acariciándolo despacio.
Ella siente su mano y se deja hacer, mientras nota que sus pezones se endurecen bajo la fina tela... abre un botón del vestido para dejarlos casi expuestos.
El mira de reojo y disfruta de la visión de su amada, su amante, su diosa.
Ella siente la excitación de un día de sol, de mar, de sal, del aire, recorriendo cada centímetro de su piel.
El mueve su mano un poco más arriba, buscando el pliegue de las ingles, ese punto donde la suave piel del muslo vira y se convierte en sexo.
Ella permanece inmutable, pero cada roce, cada avance, despierta más su deseo, su excitación.
El encuentra el sexo abierto de su amada, húmedo, caliente, dispuesto. Lo roza ligeramente, lo recorre, lo explora, y finalmente se centra en el clítoris suplicante y expuesto para recibir sus caricias.
Ella entreabre sus piernas, jadea, se reclina un poco más.
El la acaricia levemente, disfrutando de la deliciosa suavidad lubricada que se le ofrece, de cada suspiro y jadeo, del temblor de los muslos.
Ella quiere que dure, se deja hacer así, gozar de la sensación.
El mueve su dedo corazón haciendo círculos sobre el clítoris, acelera, frena, acelera, jugando a un tira y afloja con un orgasmo que presiente será intenso.
Ella siente que no puede más, no quiere esperar más, y toma la mano que le da placer, la presiona hacia ella, suplicando que finalice tan deliciosa tortura.
El obedece y aumenta ligeramente la intensidad de sus movimientos hasta sentir los espasmos de su adorado coño y escuchar los intensos y largos gemidos de placer.
Ella se queda jadeando, suspirando, sigue sintiendo los espasmos de su orgasmo duante un buen rato.
El acerca su dedo a sus labios, lo lame, lo saborea.
Ella quiere más.
El desea darle más.
y +
El recoge la sonbrilla, dobla las toallas, y tomándola de la mano, se dirigen hacia el coche.
Ella se recuesta en el asiento derecho, abre su ventana, y, conforme aceleran, siente la brisa tibia de la tarde en su cara.
El acerca su mano derecha al muslo semidesnudo de ella, acariciándolo despacio.
Ella siente su mano y se deja hacer, mientras nota que sus pezones se endurecen bajo la fina tela... abre un botón del vestido para dejarlos casi expuestos.
El mira de reojo y disfruta de la visión de su amada, su amante, su diosa.
Ella siente la excitación de un día de sol, de mar, de sal, del aire, recorriendo cada centímetro de su piel.
El mueve su mano un poco más arriba, buscando el pliegue de las ingles, ese punto donde la suave piel del muslo vira y se convierte en sexo.
Ella permanece inmutable, pero cada roce, cada avance, despierta más su deseo, su excitación.
El encuentra el sexo abierto de su amada, húmedo, caliente, dispuesto. Lo roza ligeramente, lo recorre, lo explora, y finalmente se centra en el clítoris suplicante y expuesto para recibir sus caricias.
Ella entreabre sus piernas, jadea, se reclina un poco más.
El la acaricia levemente, disfrutando de la deliciosa suavidad lubricada que se le ofrece, de cada suspiro y jadeo, del temblor de los muslos.
Ella quiere que dure, se deja hacer así, gozar de la sensación.
El mueve su dedo corazón haciendo círculos sobre el clítoris, acelera, frena, acelera, jugando a un tira y afloja con un orgasmo que presiente será intenso.
Ella siente que no puede más, no quiere esperar más, y toma la mano que le da placer, la presiona hacia ella, suplicando que finalice tan deliciosa tortura.
El obedece y aumenta ligeramente la intensidad de sus movimientos hasta sentir los espasmos de su adorado coño y escuchar los intensos y largos gemidos de placer.
Ella se queda jadeando, suspirando, sigue sintiendo los espasmos de su orgasmo duante un buen rato.
El acerca su dedo a sus labios, lo lame, lo saborea.
Ella quiere más.
El desea darle más.
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Buen duo
ResponderEliminarBesos cálidos
no está mal empezar por el postre...
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