Bajó del taxi, se giró hacia mi y sonrió: eso le bastó para atraparme.
Era una fría tarde de diciembre, y habíamos intercambado algunos correos y llamadas durante los 15 días anteriores. "¿Un café?". "Mejor una habitación".
Cruzamos la calle abrazados, los nervios difuminados por su sonrisa, y entramos en el bloque de apartamentos. No teníamos mucho tiempo y queriamos aprovecharlo, así que en el ascensor nos besamos como locos. Mis manos se deslizaron bajo su abrigo y descubrí su piel desnuda... nuestra excitación se disparó en segundos, y cuando cerramos la puerta tras nosotros, nuestras manos lucharon por despojarnos de todas nuestras ropas.
Fue una hora y cuarto. Una hora y cuarto de prisas, de sexo, de bocas, de orgasmos, de caricias...
Devoramos nuestras pieles, me hice adicto a sus pezones y su sexo, a su humedad, a su sabor, a sus labios, a sentir sus orgasmos, a su boca recorriendo mi polla, a sentirla succionar mis testículos, a su lengua jugando en mi ano y su dedo explorando dentro.
Follamos como quien conoce cada caricia que excita al otro, cada movimiento que arranca un gemido, el ritmo infalible para desencadenar el siguiente orgasmo.
Perdí las cuentas de las veces que se corrió ella, y dejé que mi semen se desparramara en sus pechos primero y en su boca después, justo antes de abandonar el apartamento.
Y nos fuimos con ganas de más, mucho más. Más sexo, más piel, más orgasmos.
Recuerdo mucho de aquella tarde en una nube de olor a sexo.
Lo que no olvido es su sonrisa.
Joder!!!! Que descubrimiento....con tu permiso me quedo.... uffff....que calor....
ResponderEliminarun beso!