El imaginó y visualizó mil veces el placer de ella.
Compuso mil sinfonías de jadeos en su cabeza, y otros mil coros de orgasmos húmedos y deliciosos.
Para el no habría mayor placer que el placer de ella.
Y le daba igual imaginarla sola, con el, con más: Siempre que ella le regalase una mirada lasciva y excitada, se daría por satisfecho.
Hasta que un día imaginó que dejaba de imaginar, y para seguir vivo, decidió seguir imaginando. Y recordando.
la solución al entuerto estaría en vivir alguna vez...
ResponderEliminar