Un día me preguntaste "¿Puedo?".
Ese día, contigo, comencé a disfrutar de una faceta desconocida de mi sexualidad.
Aprendí a dejarme llevar, dejarme hacer, relajarme y disfrutar sin tabúes ni tópicos.
Compredí qué se experimentaba al entregarme totalmente a ti, qué experimentabas cuando tu te entragabas a mi.
Sentí como se abrían nuevos caminos al placer de los dos.
Gocé de cada momento y cada sensación, de tu mirada pícara y de tus gemidos excitados cuando jugabas en mi ano.
Y como siempre, disfruté como un loco con tus orgasmos casi viciosos cuando me entregaba a ti.
Y un día te contesté "tu placer, es mi placer".