El encuentro, quizás su único encuentro porque así lo acordaron, les excitaba y aterraba a la vez.
Quedaron en que el la esperaría en la habitación del hotel, aunque verse en esa intimidad por primera vez era un poco lanzado.
Cuando ella entró, pasaron todos los miedos. Apenas se saludaron, se miraron, y prendió la llama que tantas veces habían encendido en la distancia. Perdió el temor y venció el deseo.
Se besaron como habían imaginado mil veces. Sus labios se fundieron mientras sus manos se perdían entre la ropa. Se desnudaron, se recorrieron con dedos y labios. Sintieron sus pezones succionados, sus sexos devorados, los gemidos ahogados. Exprimieron el sexo y las sensaciones. Se corrieron sonriéndose, mirándose a los ojos. Bebieron humedad, sudor, semen. Buscaron el placer en cada rincón de sus cuerpos, lo explotaron. Se abandonaron, desinhibidos, a la exploración de sus anos. Se los penetraron, arrancándose sensaciones nuevas, desconocidas. Se abrazaron, durmieron, y siguieron amándose, hasta caer agotados, rendidos, destrozados.
Por fin eran amantes.




No se si fue su único encuentro. Si se que fue inolvidable.